(Por @ExequielCastroo - JóvenesIBC)
Durante las
vacaciones pasadas leí el libro “Mi Respirar” del Pastor Louie Giglio. Aquí el
pastor analiza a fondo lo que es la adoración. Una adoración que encontramos
fuera de la iglesia, como también dentro de la iglesia. Una adoración que no
tiene que ver solo con lo que declaramos de la boca hacia fuera, sino que
también con nuestro actuar como cristianos y la forma en que disponemos nuestra
vida a Dios.
Todo comienza con
la definición de lo que es adoración, lo cual corresponde a: “una respuesta a todo aquello que valoramos”,
pero ¿cómo sabemos que es lo que valoramos? Muy simple, es a lo que invertimos
nuestro tiempo, energías, fidelidad, emociones, dinero, ganas, acciones, etc.
Al momento en que encuentras hacia donde van dirigidas todas estas acciones,
encuentras tu “trono” de adoración. Por ej:
Tú puedes dar adoración a tu equipo favorito, algún grupo musical, a tu trabajo
y un sin fin de otras cosas.
Obviamente, lo que
acabo de mencionar hace referencia a una “adoración secular”… ¿!COMO!? ¿Adoración
secular?, pues claro. Debemos entender que Dios nos diseño para adorarle en
espíritu y en verdad. Y si por alguna razón eligieras no entregarle tu
adoración a Dios, de igual manera adoraras. Solo cambiando al creador por algo
que El ha creado (por el solo hecho, de que fuimos creados para adorar).
Por otro lado,
cuando decidimos entregarle nuestra vida a Dios, el “trono” de nuestra
adoración es ni más ni menos que El.
Pero ¿Cómo podemos
adorar a Dios? ¿Solo cantando el día domingo las “alabanzas lentas” en la
iglesia? Pues no precisamente, Mateo 15: 8 nos dice: “Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mi”.
Para poder entregar una adoración integra a Dios, esta debe ser de palabras y de hechos. Hebreos 13: 15-16 nos dice: “15 Así que ofrezcamos continuamente a Dios,
por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los
labios que confiesan su nombre. 16 No se olviden de hacer el bien y de
compartir con otros lo que tienen, porque ésos son los sacrificios que agradan
a Dios.” De inmediato podemos separar esta cita en dos
partes importantes.
La primera parte
hace referencia a “el fruto de nuestros labios”. Todo lo que declaremos debe
tener una raíz (nuestro corazón). Es por eso que la Biblia dice que todo lo que
sale de la boca, viene en realidad del corazón.
La segunda parte
nos habla sobre “hacer el bien”. Debemos
sumergirnos en el carácter de Dios, para que su carácter comience a crecer en
nosotros. Al final su carácter encontrara expresión en las cosas que hacemos.
Al tomar estos dos
aspectos y aplicarlos diariamente a nuestras vidas, convertimos la adoración en
algo constante, sincero y real…
Bendiciones.